El
misterio de Dios en Giovanni Scoto Eriugena
A la corte carolingia, en los
tiempos de Carlo el Calvo, nieto de Carlo Magno, obró un maestro de artes
liberales irlandés, Giovanni Scoto Eriugena (810-880 acerca de). Su apelativo
Eriugena es su invención, un término mixto del antiguo irlandés (Eriu es el
nombre celta de Irlanda) y de la lengua griega (gena, nato, originario de...) de
las cuales él fue quizás el único verdadero experto de la edad media
occidental. El emperador Carlo el Calvo le dio por
tanto el encargo de traducir un precioso código recibido de regalo del colega
bizantino Michele III, contenedor del Corpus Areopagiticum, el complejo
de los escritos que a la época fueron conocidos bajo el nombre de Dionís el
Areopagita, y que hoy se conocen como Pseudo - Dionís.
La traducción de Giovanni Scoto Eriugena se volvió por lo tanto decisiva para
el conocimiento en el occidente latino de Dionís y de otros importantes
escritos patrísticos griegos como aquellos de S. Massimo el Confesor, genial
comentador de Dionís y aquellos de Gregorio de Nissa. El irlandés fue también
el más grande teólogo y filósofo antes de S. Anselmo, y constituyó el primer
sistema de pensamiento del occidente latino medieval, en su obra más famosa, el
Periphyseon.
Aquí él une la noción filosófica de naturaleza (imitada por Severino
Boecio) a
aquella teológica de creación: con la unión de estos dos conceptos él cree
poder interpretar toda la realidad. Fué influenciado fuertemente por Dionís,
tanto como para constituir el primer sistema neoplatonico cristiano.
Paradójicamente su pensamiento ha vuelto a la actualidad, porque algunas de
sus intuiciones han sido retomadas de Hegel y de sus intérpretes, sea en la
filosofía que en la teología contemporánea, empapadas como son de idealismo y
nominalismo. Él divide toda la realidad en cuatro partes
1) La naturaleza que crea y no es creada (Dios)
2) La naturaleza que crea y es creada (las causas primordiales)
3) La naturaleza que no crea y es creada (todas las criaturas, animadas e
inanimadas)
4) La naturaleza que no crea y no es creada (representa la creación en su
transformación última, pero también el misterio del mal, no creado por Dios y
capaz sólo de destruir).
Como se puede notar Giovanni Scoto Eriugena es capaz de expresar,
con los pocos medios intelectuales a disposición en su tempo, una vigorosa
y actual construcción filosófica como nunca, muy compleja y articulada. Él ve la
realidad de Dios y el mundo unidos inseparablemente en un solo único movimiento de emanación y regreso (exitus y reditus), según la filosofía neo
platónica. El mundo creado por lo tanto no tiene consistencia si no como teofania, es decir como manifestación de Dios, en cuánto de Él es creado y a
él regresa. La realidad de Dios en él mismo es en efecto incognoscible, pero la creación es una manifestación suya. La encarnación del Verbo, comentada
magistralmente en él Homilía en el Prólogo de Giovanni es aquel
acontecimiento histórico donde el que es indefinible por naturaleza se une personalmente con
el hombre, que es en cambio sujeto a límites y a definiciones. El Verbo
encarnado, testimoniado en el Evangelio de Giovanni, es la manifestación última de Dios, su plena y completa revelación, su más alta teofania.
Esta
unión ontológica (que concierne es decir la naturaleza o la esencia de la persona de Cristo) entre las dos naturalezas constituye el modelo, la causa
primordial y el objetivo de toda la creación.
Eriugena pero a veces excede en querer enseñar esta unión, cayendo en un lenguaje muy osado y complejo, por lo cual su doctrina, basada sobre las
teofanias divinas fue acusada en posterior de panteísmo, es decir de querer unir la naturaleza divina a todo la creación. Pero su búsqueda es sinceramente
cristiana, aunque con muchos límites. Él es quizás demasiado moderno para su
tiempo, porque el conocimiento de los teólogos griegos lo lleva adelante de al menos 300 años con respecto de los contemporáneos maestros palaciegos e
benedictinos.
Los límites de la cultura carolingia resultan por lo tanto algo estrechos para este genial maestro irlandés, cuya teología ha sido retomada en vario modo por
los grandes maestros de la escolástica, sobre todo de S. Alberto Magno y de S. Tommaso de Aquino.
La espiritualidad eriugeniana es por lo tanto esencialmente optimística: el hombre está destinado a la divinización, es decir a la transformación de él
mismo en la imagen del Verbo encarnado. Todo son predestinados a tal
transformación. Pero para poder tener esta experiencia el hombre tiene que abrazar la fe cristiana, la única verdadera religión, y por lo tanto la única
verdadera filosofía. La predestinación es atada por tanto a la libre elección
del hombre a favor o contra el Verbo encarnado, como resulta en el tratado omonimo (De praedestinatione), escrito por el irlandés en los 851. De
notar que ésta es la única fecha cierta de su vida en nuestra posesión.
El modelo espiritual del cristiano, según Eriugena, es S. Giovanni Evangelista
que, con un valiente vuelo espiritual, como una águila se ha elevado por encima
de la Revelación natural y de aquella de la escritura (Creación y Viejo Testamento) para coger el Principio supremo de todas las cosas, la generación
del Verbo. Así S. Giovanni se ha vuelto más que hombre, en cuanto Dios lo ha hecho capaz de coger esta profunda realidad espiritual, y de transmitirla en
sus escritos, el Evangelio y las Cartas.
Podemos decir que en Giovanni Scoto Eriugena se expresa el anhelo místico y espiritual que tiene sus raíces en el monacato irlandés de S. Patricio y S.
Colombano Él les indica a los cristianos de su tiempo (monjes y laicos) la calle de la theosis (divinización) como la llamada universal a la santidad
para todos los hombres. Así los creyentes serán transformados cada vez más en
la imagen del Hijo, y podrán conocer el misterio de Dios, en cuánto"
Dios
ninguno lo ha visto nunca: el unigénito, que está en el seno del Padre, se lo ha
revelado."
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