Entre razón y fe (segunda parte)
Pero lo que mas no toca es la
base de salida para desarrollar todo el estudio
filosófico y cultural generalmente, es decir la fe cristiana. En efecto los
cristianos medievales no concibieron la fe como un hecho privado, de esconder,
sino como el tejido conectivo de su sociedad, de su cultura, de su vida. Por
tanto ellos, más allá de algunas posiciones extremas, expresaron en la cultura
los grandes ideales a que se refirieron. Ellos creyeron en la bondad de la razón
humana, y pensaron que ella, más allá de la Revelación, tiene una
capacidad natural de verdad. La misma verdad tiene pero un punto de referencia
fundamental, es decir la fe en Dios revelado en Jesús Cristo. Las
personalidades que en el trascurso de los siglos medievales se han sucedido en
esta búsqueda entre razón y fe a menudo son de excepcional alcance. Se parte
de S. Gregorio Magno, por continuar con S. Beda, Alcuino, Giovanni Eriugena, S.
Anselmo de Aosta, Pietro Lombardo, Abelardo, S. Bernardo de Chiaravalle, S.
Tommaso de Aquino, S. Buenaventura de Bagnoregio, Giovanni Duns Scoto, Guglielmo
Occam. Estos son solo algunos entre los nombres más conocidos de una
innumerable fila de intelectuales que basaron sus investigaciones sobre la fe
cristiana. El estudio de la Biblia (sagradas escrituras), de los manantiales
filosóficos y teológicos antiguos (auctoritates), reflexión (meditatio),
debates entre profesores y estudiantes (quaestiones), o entre profesores (quaestiones
disputatae o quodlibet): este vivo trabajo intelectual fue la base del grandioso
desarrollo de las ciencias filosóficas y teológicas. Todo eso pero tuvo como
sustrato una fe intensamente experimentada, de vivir en armonía con la razón y
con el corazón.