Una esperiencia marquigiana de espiritualidad medieval
S.
Silvestro abad
Las Marcas, mi región, son famosas por dos grandes centros de espiritualidad: la basilica de Loreto y el monasterio de Fonte Avellana. Tal vez un poco menos famoso al gran público, pero igualmente importante es Montefano, cerca a Fabriano (AN). Aqui en la época de San Francisco de Assisi fué fundado un monasterio por Silvestro Guzzolini (1177 – 1267).
Este hombre nativo de Osimo, se había inicialmente dedicado a los estudios juridicos, de acuerdo con el deseo del padre Gislerio. Pero después, impulsado por un irrefrenable deseo de Dios, decidió ser un canonico. Su afabilidad con la gente, su austera y alegre vida espiritual y su predicación atrajeron contra él la envidia del obispo local; además el no se sentía satisfecho de la vida clerical, buscaba algo más, un mayor contacto con Dios en la soledad y en la oración. Las palabras del evangelio “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo y tome su cruz, y sígame” (Mt 16,24) resonaron en su corazón como una llamada de Dios a un proyecto más grande.
Por
eso en 1127, a una edad no muy
joven de 50 años, abandonó por la noche Osimo, junto con su amigo y biógrafo
Andrea, y se estabilizó en una de las numerosas grotas existentes en los
pendientes de una estrecha y salvaje garganta, que divide el valle del Esino de
Fabriano, llamada Gola della Rossa. A continuación se trasfierió a una grota,
un lugar solitario del cual se pueden ver aun las ruinas: Grottafucile, donde
permaneció hasta 1230. Muchos acudieron a el para ser guiados en la vida
espiritual, y es en aquel período que él, siguiendo una visión de S.
Benedicto, decidió que la justa vocación seria la de abrazar la regla
benedictina.
Una elección original, consecuentemente, precisamente en el momento en que el nacimiento de la civilidad comunal ponía en crisis el monaquismo benedicitino, precisamente cuando los ordenes mendigantes y sobretodo el orden franciscano se difundian rapidamente. Él buscò aun la soledad, la oración y el ayuno como formas de comunión con Dios y por eso su busqueda non es asimilable a la de lor ordenes mendigantes. No olvidemos sin embargo, que si estos ordenes provocaron una sana crisis en el interior del monaquismo, no lo eliminaron y no lo suprimieron. También el pequeño orden de los benedictinos silvestrinos está presente aun hoy, a pesar de la crisis de las vocaciones y Montefano constituye hasta hoy la casa madre.
Volviendo a S. Silvestro abad, el pequeño lugar solitario de Grottafucile era demasiado estrecho para acojer a todos los que lo visitaban o que querian compartir la vida eremita con el. En consecuencia de una revelación y siguiendo los consejos de los legados de Gregorio IX, el fundó en Montefano, un poco mas arriba de Fabriano, un monasterio en un lugar apartado pero también asequible, con una fuente (Fonte Vembrici) y una explanada para erigir el monasterio. Milagros y prodigios caracterizaron la construcción del monasterio y del oratorio primitivos (de los cuales existen vestigios en el interior del actual monasterio). La construcción debía ser simple, sin ostentación, para manifestar la atención a la pobreza de la comunidad monastica silvestrina. Soledad, pobreza, trabajo duro, donaciones acceptadas solo para el mantenimiento de la pequeña comunidad silvestrina y una mayor atención a la predicación son las características fundamentales dadas por S. Silvestro al nuevo orden benedictino. El monasterio no debe ser un lugar de poder económico o político, sino un lugar de oración, para escuchar la palabra de Dios, de ayuda fraternal y de recojimiento en sencillez y alegría. De muchas de estas pequeñas comunidades (a veces de solo tres personas) non queda ni la huella. Pero a diferencia de otros ordenes monásticos, el órden benedictino silvestrino ha sopravivido de la edad media hasta nosotros. Esto significa que su misión está aun viva y es útil aun si vivida lejos del llamativo de los “numeros grandes”. Es una misión que caracterizó S. Silvestro abad en la elección casi contraria a la corriente, de renovar el monaquismo benedictino en lugar de confluir entre los mendigantes o enter los ordenes benedictinos ya presentes en nuestra región (particularmente en Fonte Avellana). Esta elección de pequeñez, de humildad y de escondimiento, es cuanto mas válida sobretodo en nuestra sociedad en la cual todo se mide con el suceso, con la audiencia, con la productividad a todo costo. Para quien nutre el deseo de compartir con los monjes algunos dias de reposo y de recojimiento, lejos del estrépito de la vida moderna, le aconsejo visitar su sitio:
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